nunca solo.
Creo que una de las cosas de las que más me arrepiento, es no haber podido sentir nunca solo deseo. Siempre ha sido deseo y alguna oscuridad: deseo y culpa, deseo e ira, deseo y miedo, deseo e inseguridad, deseo y sospecha. Nunca en la tranquilidad de que no esté pasando nada más, ni en la negación contundente de que no venga luego algún gris. He encontrado la manera de renunciar a muchas cosas que siempre quise. A los futuros que me iba imaginando cada vez más desprovistos de magia, hasta que noté que todos los anhelos originales habían ido saliendo sin ceremonia por la puerta frontal. Me quedé sentada en medio de un salón, mirando hacia la puerta y esperando. Siento a veces que si quito los ojos de la manilla también yo voy a desaparecer. No hay que dormirse y despertarse en el frío. Hay que renunciar con los ojos abiertos. He podido estar tranquila con la ausencia de todo. Pero no haber vivido deseo puro es una escasez que no entiendo. Me parece hasta innecesaria. La manilla se mu